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¿QUÉ ES EL PODER CULTURAL?

 

 

 

 En este artículo vamos a analizar qué es el poder cultural y el papel que desempeña como elemento de análisis en la ciencia política para, de esta forma, dilucidar la naturaleza de las relaciones de dominación que le son inherentes.

 

Introducción

 

En primer lugar conviene establecer el ámbito en el que se desenvuelve el poder cultural. Como su propio nombre indica el terreno de acción de este poder es el mundo de la cultura. Sin embargo, la cultura en sí misma constituye un concepto ambiguo y difícil de definir. Esto es debido a que la cultura como tal constituye un atributo inherente a la condición humana. En este sentido cabe señalar que la cultura es un elemento definitorio del ser humano, y que esto, asimismo, está íntimamente unido a su carácter ambiguo e indefinible.

No existe una única cultura, pero es sabido que la cultura es un atributo humano. Así, existen tantas culturas como sociedades humanas, lo que refleja modos diferentes de entender la cultura como tal. Pero además de esto debemos sumar las distintas  aproximaciones que existen a la cultura, desde la antropología, la historia, la sociología, la ciencia política, etc. Y dentro de cada enfoque particular nos encontramos, a su vez, con diferentes escuelas de pensamiento que han desarrollado su particular manera de entender y estudiar la cultura.

Lo hasta ahora comentado nos sirve para tener una idea general de la complejidad que supone definir el ámbito de acción de un tipo particular de poder, y consecuentemente dilucidar los mecanismos a través de los que despliega sus relaciones de dominación. Sin embargo, nada de esto es óbice para eludir una definición, aunque sea genérica, de lo que es la cultura para, así, clarificar en la medida de lo posible el ámbito de acción del poder cultural. Por tanto, diremos que la cultura es el conjunto de maneras aprendidas de pensar, sentir y obrar que los miembros de una sociedad comparten. Esto abarca conocimientos, valores, actitudes, normas, símbolos, costumbres, etc., que organizan el universo mental de las personas en una sociedad dada, y consecuentemente la manera en la que ven el mundo.

El poder cultural, entonces, opera sobre un ámbito de la realidad que incide directamente en el modo en el que esta es entendida por el sujeto, y consecuentemente moldea de un modo indirecto el comportamiento de las personas.

 

El poder cultural: qué es y qué hace

 

Aunque el concepto de poder cultural es relativamente reciente, lo cierto es que el poder cultural como tal existe desde mucho antes. Al fin y al cabo en la sociedad existen diferentes poderes entre los que está el cultural. Sin embargo, históricamente el poder cultural no ha estado tan concentrado nunca antes en la historia como en la actualidad, lo que es debido a la existencia de instituciones altamente especializadas con cuantiosos recursos que despliegan relaciones de dominación en el ámbito de la cultura.

En el marco de las sociedades con Estado el poder cultural forma parte del entramado de dominación estatal para crear el correspondiente consentimiento en la población con el que facilitar la cooperación entre gobernantes y gobernados.

El poder cultural se encarga del dominio y gestión de la cultura con la que da forma al marco cultural e ideológico de la sociedad. De esta forma desarrolla aquellas creaciones y transformaciones que configuran la conciencia colectiva y, por tanto, la mentalidad imperante entre los miembros de una misma sociedad.

En la actualidad el poder cultural está organizado en torno a diferentes instituciones y estructuras de dominación compuestas por el sistema educativo, y especialmente el sistema universitario, los medios de comunicación (televisión, prensa, radio, etc.), el mundo editorial, el cine, la música y el ministerio de cultura. Cabría añadir algunas otras instituciones que tienen un papel relevante en el ámbito cultural como sucede con las iglesias, los think tanks, ciertos grupos de presión, etc., pero que tienen un peso variable en términos de poder en función de la sociedad concreta a la que nos refiramos.

Pero qué es exactamente lo que hace el poder cultural. Su principal función es crear consentimiento social, de modo que la población considere aceptable el orden constituido y la estructura de intereses que lo articula. En el contexto del sistema de dominación del que forma parte el poder cultural se encarga de imponer los valores y categorías de pensamiento que articulan las percepciones del individuo, y que hacen que considere justo el orden establecido y la posición que ocupa dentro de este.

El poder cultural diseña, produce y difunde a través de las creaciones culturales las percepciones y categorías de pensamiento que reproducen las jerarquías sociales imperantes, y que imponen significados y signos que garantizan que la arbitrariedad del orden social y político sea ignorada o considerada natural. De esta manera es justificada tanto la existencia de las estructuras sociales y políticas así como de las reglas que rigen su funcionamiento.

Lo anterior no hace sino demostrar que el poder cultural es fundamental para el mantenimiento y desarrollo de las estructuras sociales de dominación al establecer el criterio, definido por el sentido común imperante, que permite la distinción entre aquello que es aceptable y lo que no lo es.[1]

Pero la función del poder cultural no se circunscribe a una labor de conservación del orden constituido, sino que también sirve para transformar ese mismo orden y sus estructuras para, así, implantar un modelo de sociedad diferente. Al intervenir activamente en todos los elementos que conforman una cultura posee la capacidad para transformar activamente las formas que definen a la sociedad. El poder cultural, entonces, impulsa, pero también facilita, cambios totales en la sociedad que tienen lugar junto a otros procesos de transformación a diferentes niveles.

La capacidad que el poder cultural tiene a día de hoy para intervenir en la sociedad, gracias en gran medida a los ingentes recursos de los que disponen las estructuras que lo conforman, le permite establecer la representación de la realidad que tiene la sociedad del mundo en el que vive. Así es como el poder cultural mediatiza percepción de la realidad que tiene el sujeto al establecerse como intermediario entre la realidad y el sujeto para crear representaciones del mundo que dan forma a la matriz cultural e ideológica de la sociedad.

 

El poder cultural según Antonio Gramsci: la hegemonía y el bloque histórico

 

Cuando se aborda la cuestión del poder cultural en el marco de las relaciones de poder que despliega en la sociedad, y consecuentemente se quiere disponer de una imagen general de lo que esto significa desde el punto de vista politológico, es inevitable abordar el punto de vista marxista que está ejemplificado por el pensamiento de Antonio Gramsci.

En el marco del marxismo la cultura es concebida como una superestructura ideológica con una dependencia relativa respecto a la base material y económica de una sociedad. Gramsci ahondó en este aspecto de la realidad, razón por la que pasó a ser considerado el filósofo de las superestructuras.

Pero la aportación de Gramsci no puede ser desvinculada de los cimientos ideológicos sobre los que fue construida, pues antes que él fue Marx quien se refirió a las relaciones entre la infraestructura o base económica y la superestructura. Según el razonamiento de Marx las relaciones que se desarrollan en el ámbito de la producción son las que moldean las relaciones del conjunto de la sociedad, que conforma la estructura económica. Sobre esta estructura es edificada una superestructura jurídica y política a la que le corresponden unas determinadas formas de conciencia. De esto se deriva, entonces, que a cada modo de producción le corresponde, a su vez, una forma concreta de vida social, política e intelectual en general. La conclusión que extrajo de esto es que la realidad social es la que determina la conciencia de la sociedad.[2]

Por tanto, estructura social desarrolla su propia cultura e ideología para conseguir el debido consentimiento social. La cultura tiene, según este punto de vista, un carácter meramente instrumental al servir como herramienta de dominación de clase. La clase dominante, entonces, extiende su dominación al ámbito de la cultura, y no se circunscribe únicamente a las relaciones que se desenvuelven en el terreno de la producción o de la política. Esto es lo que hace que la cultura obedezca a los intereses de esta clase dominante.

Como consecuencia de todo lo anterior la cultura, en la medida en que es utilizada para conseguir el debido consentimiento social que facilita la colaboración entre clases, se convierte en un instrumento para politizar a la población. En este sentido la cultura también es un espacio donde se reproduce la lucha de poder en la que la clase dominante busca el consentimiento de sus dominados, y en el que la clase sometida puede responder a esa situación organizándose y dando la batalla cultural para cambiar los sentidos y significados imperantes.

Todo lo anterior se inscribe en la particular manera de entender la realidad política y social que tenía Gramsci. Así, este autor constató que poder no se impone únicamente por medio del uso de la fuerza, sino que, tal y como indicó Maquiavelo, también necesita recurrir a la astucia y al engaño para hacerse valer siendo la fuerza el último recurso. Consecuentemente el Estado no se limita a aplicar la coerción mediante un aparato de gobierno para forzar la obediencia, sino que además de esto se ocupa de organizar el consentimiento social al orden establecido.

En la medida en que el Estado dispone de su propio poder cultural con el que define los sentidos y significados imperantes en la sociedad, y consecuentemente el modo en el que esta entiende la realidad en la que vive, se convierte en un educador y por ello en un instrumento de unidad moral e intelectual que moldea la voluntad colectiva y con el que construye la hegemonía. La hegemonía viene a ser así el conjunto de ideas, sentidos y significados que organizan la representación del mundo que tiene la sociedad y que construye el consentimiento al orden establecido.

El bloque histórico, por su parte, es la confluencia de la estructura y superestructura de la sociedad a través de la hegemonía. Esto ocurre cuando el Estado no se reduce única y exclusivamente a ser un simple instrumento de dominación de una clase sobre otra, sino que por el contrario combina hegemonía y dominación para crear un bloque histórico que refleja la síntesis entre coerción y consenso. De esta forma el Estado inculca en la población la concepción del mundo de la elite dirigente con la que propaga sus propios valores y normas que devienen en el “sentido común” predominante, y con los que crea el consentimiento social que constituye su hegemonía ideológica y cultural.[3]

 

Conclusiones

 

Podemos concluir, entonces, que el poder cultural es el que se encarga de moldear la conciencia colectiva mediante el diseño, producción y difusión de diferentes creaciones culturales con las que inculca en la población una determinada representación del mundo que persigue crear el debido consentimiento.

La cultura es, por tanto, un espacio en el que se desenvuelve la lucha política en la medida en que constituye un instrumento a través del que la clase dominante reafirma su dominación a través de la creación de un consenso social con el que se dota de legitimidad. Esto conlleva la aceptación social del orden establecido y de la estructura de intereses de la clase mandante.

Asimismo, en el marco de la filosofía de Antonio Gramsci el poder cultural es el que construye la hegemonía con la que el sistema de dominación se sostiene al crear el consentimiento social que precisa, y evitar así recurrir de un modo sistemático a la coerción que, de otro modo, le conduciría al colapso. Por tanto, la conquista del poder cultural mediante la construcción de una nueva hegemonía que se erija más tarde en bloque histórico es el modo de desarticular los actuales consensos para, así, crear las condiciones favorables para la conquista del poder político. De esta forma la conquista del poder cultural precede y conduce a la conquista del poder político.

Notas:

[1] Bourdieu, Pierre, “Cultural Reproduction and Social Reproduction” en Karabel, Jerome y A. H. Halsey (eds.), Power and Ideology in Education, Nueva York, Oxford University Press, 1979, pp. 487-511

[2] Marx, Karl, Contribución a la crítica de la economía política, Madrid, Alberto Corazón, 1970, pp. 42-43

[3] Gramsci, Antonio, Antología, Buenos Aires, Siglo XXI, 1998, p. 486